Actualmente nos encontramos en una crisis planetaria que vulnera tanto nuestra vida como la de todos los seres en la tierra. Los sistemas ecológicos, sociales, ambientales, institucionales y económicos se encuentran en un punto de inflexión crítico para la trayectoria de la especie humana. Hoy en día estas crisis se manifiestan entre escalas, en diversos ámbitos y niveles, cada vez impactando más dimensiones de la realidad y visibilizando imperativamente la necesidad de un cambio radical hacia un mejor planeta.
Como consecuencia social inmediata de estas problemáticas en proliferación, hay un aumento en la incertidumbre, crece el miedo, la ansiedad, la impotencia, y frustración junto con falta de esperanza que causa más reacciones negativas que acciones positivas para superar estas problemáticas, tanto de manera personal como colectiva.
Se podría decir que como humanidad, paralelamente al mundo natural, nos encontramos en crisis por la interrelación inherente que tenemos hacia él.
No solamente nuestros sistemas antropocéntricos de producción y consumo se están volviendo insostenibles y frágiles, sino también nuestros modos de sentir, convivir, compartir, expresar y tomar acción están siendo severamente afectados por nuevas emergencias sumamente abrumadoras que agravan las crisis preexistentes.
Debido a la globalización, tenemos acceso a contemplar fenómenos socioambientales devastadores fuera de nuestro alcance geográfico. Por otro lado, las brechas de desigualdad aumentan cada vez más causando estrés, presenciamos la destrucción del medio ambiente con impotencia, vivimos en pandemia sin poder convivir, prevalecen condiciones de inseguridad, violencia e injusticia social.
Todo esto complejiza súbitamente las relaciones y las características en que el mundo funciona arrojando nuevos retos que obstaculizan la supervivencia y demandan nuevas lógicas de operación, sistemas, áreas de conocimiento, modos de pensamiento y nuevas inteligencias, entre ellas la emocional.
El cambio más profundo para un mundo mejor empieza mediante la educación. Sin embargo, los modelos actuales de escolarización parten de estructuras y contenidos desarrollados en siglos pasados que no atienden las necesidades de la era actual en constante cambio. La obsolescencia del sistema tradicional es caracterizada principalmente por la fragmentación del conocimiento en disciplinas y la sobrevaloración de la razón sobre la emoción.
Actualmente, las crisis planetarias (ambientales y sociales) visibilizan cada vez más la necesidad de impartir una educación interdisciplinaria y paralelamente el desarrollo de la inteligencia emocional. Esto conlleva la práctica tanto de la inteligencia racional como emocional, ya que ambas actúan simultáneamente en la toma de decisiones y la colaboración entre agentes de diversas disciplinas y saberes que pueden partir de otras lógicas diferentes a la occidental hegemónica (algunas apelando a lo emocional o lo espiritual u otro orden).
Hoy en día, la academia no solamente debería instruir a los estudiantes con conocimientos relevantes para el futuro laboral, sino con herramientas cognitivas valiosas que ejerciten y fortalezcan la mente (como lo es el pensamiento sistémico e interdisciplinario) para tomar acción en los retos de la vida, y herramientas interpersonales e intrapersonales de gestión emocional (como la meditación, automonitoreo, expresión emocional, etc.) Para tener una reacción responsable y consciente frente a la realidad.
La racionalidad y emocionalidad son elementos fundamentales para enfrentar los retos y crisis que surjan en el futuro. Dejar de dicotomizar ambas esferas y valorar y adoptar a la emocionalidad dentro de la currícula, podría traer un bienestar holístico tanto en docentes como estudiantes: el vínculo dentro de la comunidad de aprendizaje se fortalecería, habría más compromiso en el aprendizaje (al haber una relación tanto académica como emocional), se priorizaría la salud mental, podrían reducirse niveles de estrés, habría un acompañamiento colectivo en situaciones difíciles (como esta pandemia), se promovería el compañerismo en vez de la competencia y podrían mejorar las vías de comunicación entre estudiantes y autoridades.
Entre las herramientas y temas que como estudiante personalmente considero más pertinentes en la realidad actual están las siguientes:
INTRAPERSONALES (PARA EL BIENESTAR PERSONAL): autocuidado y amor propio, el desgaste mental, emocional y /o físico (también llamado burnout), ansiedad de alto funcionamiento, descanso radical, inteligencia y resiliencia emocional, la procrastinación, solastalgia (estrés y angustia existencial por la emergencia climática).
INTERPERSONALES (PARA EL BIENESTAR COLECTIVO): la escucha activa, el enfrentamiento a la incertidumbre, la empatía, la desensibilización, ansiedad y depresión colectiva, herramientas para crisis y situaciones de desastre, resiliencia e inteligencia emocional comunitaria, fomentar espacios de colaboración en vez de competencia, crear espacios de expresión y sensibilización.
La importancia de tales temas dentro de la currícula trasciende el ámbito académico y permea la calidad del tejido social y el área personal. Es en la cotidianidad –involucrando espacios sociales, personales y ambientales– donde se concreta la intencionalidad de los programas educativos. Por esta razón, abordar los temas correspondientes para la formación de una inteligencia emocional tiene una relación directa con la construcción de un mundo mejor desde el bienestar social.
Es importante reconocer que cada vez más la salud mental es un tema relevante por la naturaleza compleja de la actualidad. Dejar de dualizar a la razón contra la emoción, sino asimilar que ambas operan en todos los espacios de la realidad es uno de los primeros pasos que tenemos que dar como sociedad para realmente cambiar desde la educación nuestros modos de convivencia e internalización de la vida diaria. Mientras continúen las crisis planetarias, desarrollar habilidades y herramientas de pensamiento y de emoción será fundamental para encontrar el bienestar en momentos difíciles y enfrentar la complejidad de fenómenos emergentes.