Cuando hablamos de enseñanza, muchas veces pensamos en las escuelas o universidades, pero rara vez pensamos lo que ocurre más allá del aula. La educación es un proceso que empieza desde que nacemos; aprender a comunicarse, caminar, gatear e incluso a descubrirse a sí mismo, todo inicia en casa, con nuestra familia como testigos. Nuestros padres o tutores observan todos estos cambios y, en lo general, se emocionan cada vez que hay un nuevo aprendizaje. Luego llega la escuela, y los niños comienzan a escribir, leer y a hacer operaciones matemáticas, es muy satisfactorio ver todos estos cambios. Sin embargo, los padres no son los únicos que presencian estos momentos; la familia extendida también lo hace, y nos acompañan en el camino. A mí me gustaría centrarme en los abuelos.
Desde que soy pequeña mis abuelos han sido parte fundamental de mi vida; verlos siempre me ha alumbrado el día, recordar sus caras y los momentos tan preciados que comparto con ellos me llenan de felicidad y ternura, pues estos me recuerdan que la vida vale la pena por más tropiezos que se tengan. Me han enseñado lo que es la verdadera fortaleza. Son las personas de quienes más he aprendido, me han enseñado cosas de cada aspecto de mi vida, me han acompañado en mis momentos más dolorosos y me han dado esperanza, cada uno a su manera. Me han contado historias de cuando eran pequeños dejándome a mí y a todos los que las escuchamos una lección de vida.
Mi abuelo materno, Salomón, me ha enseñado lo que es saber amar a alguien, a superar mis miedos y a superarme a mi misma. Me ha dado la gran lección de no rendirme ante nada, de enfrentar los obstáculos por más difíciles que sean. El significado de su nombre le hace justicia: hombre de gran sabiduría, hombre de paz. Es una persona muy adelantada a su época, acepta las cosas tal y como son, es luchador por los derechos humanos, alguien que quiere vivir y no se rinde ante nada, aunque parezca imposible seguir. Él me ha enseñado la fuerza y la esperanza; es un campeón en todo lo que esa palabra abarca.
Su memoria privilegiada es algo que muchas personas quisieran tener. Tiene 94 años y es la persona más lúcida que conozco. Se acuerda de cada aspecto de su vida, realiza grandes operaciones matemáticas en su cabeza y cuenta las historias de cuando era pequeño con detalle. Los doctores se impresionan de su memoria. Salir adelante es de las cosas más importantes que he aprendido de él: tener fuerza, actitud, esperanza, buscar la gracia en todo, amar a la familia, comprometerme, aprender a perder. No podría imaginar una vida sin mi abuelo y estoy segura de que yo sería una persona completamente distinta si no lo hubiera conocido, porque él hizo la mujer que soy ahora.
Mi abuela Lydia, cuyo nombre orgullosamente comparto, me ha enseñado a luchar. Ella, al igual que mi abuelo Salo, es una persona muy adelantada a su época; fue la primera mujer de su familia en estudiar una carrera universitaria. Ha luchado por los derechos de las mujeres a su manera, y con eso, me ha enseñado una de las cosas más importantes para mí: el feminismo. Me ha educado a luchar, no callar, alzar la voz ante las injusticias, ser honesta y sensible pero también a ser fuerte. Ha vivido muchas experiencias, la muerte de su papá a una corta edad y ayudar a cuidar de sus hermanos mientras criaba a sus hijos. Me ha inculcado el amor a la familia con cada comida que prepara en su casa. Siempre ha repetido que la familia es lo más importante, cada martes, jueves y viernes reúne a toda la familia en su hogar: hijos, nietos y bisnietos. Me ha dado la lección de no abandonar lo que quiero y a no rendirme a pesar de que parezca imposible. Me ha educado con amor pero también con firmeza. He aprendido mucho de ella y aspiro a ser, algún día, la mitad de lo que ella es: una mujer de verdadera fortaleza con un corazón lleno de amor y esperanza.
Mi abuelito Susu, del lado paterno, me ha enseñado que la vida es difícil pero no por eso imposible. Él ha pasado por muchas experiencias complicadas: fue soldado en una guerra, perdió a dos esposas por la misma enfermedad y emigró del país tres veces. A pesar de que muchos creen que ser sensible es propio de débiles, él ha mostrado todo lo contrario; nos ha enseñado que ser sensible es de fuertes, que mostrar las emociones no es un símbolo de debilidad sino que de amor propio y responsabilidad. Aunque no domina el español, en ciertas ocasiones es difícil entenderlo; sin embargo busca las maneras de expresarse, es ingenioso y es algo de lo que hay que aprender. Siempre busca el bien en todas las cosas, ve el lado bueno de lo que todos ven de manera negativa. Me ha dado esperanza de ser fuerte, de ser yo misma sin importar lo que los demás opinen, es un orgullo tenerlo como ejemplo a seguir, todos los que lo conocen lo admiran por la buena persona que es.
A mi abuelita Germaine no la conocí, sin embargo, sé que ella era de carácter fuerte, perseverante, cariñosa y empática. Le enseñó a mi papá varias cualidades que ahora él me ha ayudado a cultivar y sé que, si estuviera acá, habría aprendido
muchas cosas de ella.
Pola fue la esposa de mi abuelo y asumió el papel de abuela mientras vivió. Me enseñó a no rendirme, a ser fuerte y a superar los obstáculos; a seguir adelante a pesar de las dificultades de la vida. Me enseñó el amor tan grande que se le puede tener a una persona y a ser una verdadera luchadora. Con su dolorosa partida, me hizo entender que la vida a veces puede parecer imposible pero podemos salir adelante con los recursos que tenemos. Me enseñó que sí se puede. Ella crió sola a tres hijos y los formó como las buenas personas que son.
Sin duda es una de las personas de quienes más he aprendido.
Los abuelos nos enseñan a vivir y a amar; fueron los educadores de nuestros padres y, por ende, también los de nosotros, nos vieron crecer desde otra perspectiva, nos enseñaron a ser fuertes y a aprender a vivir los cambios del mundo. La educación familiar puede llegar a ser incluso más importante que la escolar. El colegio nos enseña habilidades básicas de la vida, pero la familia y el entorno nos enseñan a formarnos como personas, y eso es de las cosas más importantes en la vida de un ser humano.