El momento que las voces habían estado esperando
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“El Eco de un Título No Escrito”

Se dice que cada ser humano que pisa esta tierra
trae consigo una misión, una que ¿se descubre o se
construye en el camino?
¿Nuestra alma viene programada o, de alguna
manera, podemos construir aquello que nos
apasiona, que nos despierta, que nos hace sentir
vivos?
¿Realmente somos seres individuales, o acaso
nuestro crecimiento depende de aquellos que, con
su nobleza, impulsan nuestra alma a brillar, a dar lo
mejor de nosotros, a vivir con amor?
Qué fortuna encontrar a esa persona que
confía, que impulsa, que nutre. Aquella que
tiene la inmensa capacidad de transformar, de
acompañar, de sanar. Si la vida, el destino o
Dios nos pusiera cerca de alguien así, ¿quién
sería?
Existen muchas personas buenas, pero de esas
especiales, de esas que dejan huella, hay pocas. Son
como un arcoíris en medio de la tormenta: no
aparecen tan seguido, pero cuando lo hacen, llenan el
cielo de color y esperanza.
Si todos tuviéramos la dicha de
cruzarnos con una de esas almas
luminosas que van por la vida
esparciendo amor, confianza y luz,
entonces, ¿seríamos capaces de
cumplir nuestros sueños, de creer en
nosotros mismos, de vivir con esperanza
y fe? Estoy completamente convencida
de que sí.
Qué privilegio ser esa
persona que ve en los
demás un mundo lleno de
posibilidades, un jardín
que necesita ser regado
con paciencia, amor y
conocimiento

Ir por ahí descubriendo
almas chicas, medianas,
grandes, de todos los colores,
todas las creencias, todos los
triunfos, todos los fracasos,
todas las historias, y poder
transformarlas, es un regalo
maravilloso que no todos
reciben.
Es un regalo único, fácil de perder y
difícil de tomar. ¿Acaso hay
valientes que se atrevan a recibirlo?
En un mundo como el nuestro,
donde es más fácil cumplir,
ordenar y correr, cada vez son
menos los que luchan, inspiran y
crean posibilidades luminosas
con cada palabra, cada
sonrisa, cada instante.
Pero, ¿quién es ese valiente que, con
esfuerzo, pasión y compromiso, puede
lograr tanto? ¿Será acaso un ser divino,
alguien que no podemos ver?
¿Serán personas de carne y hueso? ¿Personas que,
pese al cansancio y las dificultades, eligen ver con
amor, con paciencia, con fe? Son aquellos que no solo
cumplen con su labor, sino que la viven con entrega.
Para algunos, son parte de la rutina diaria. Para otros,
son la razón por la que nunca dejaron de creer en sí
mismos.
Para mí, ese ser lleva mil nombres: maestr@, profesor@, docente,
pedagog@, tutor@, guí@, mentor. Y no hablo solo de quienes
tienen esa formación, sino de aquellos que han
hecho de la enseñanza su forma de vida; quienes
educan con amor, enseñan con el alma, luchan con
entrega y creen en sus alumnos, incluso cuando ellos
mismos, dudan.
Encontrarse con uno de esos es una de las experiencias
más hermosas que la vida puede regalar. Porque su labor
no termina en un aula, ni en una lección; su enseñanza se
queda en el alma, iluminando caminos que ni ellos
mismos pueden imaginar.
Anhelo darle un título a este texto que encapsule el
inmenso poder de su propósito, pero ninguna palabra me
es suficiente para alcanzar la profundidad de su misión.
Por eso, te invito a ti, lector valiente, a que le pongas el
título que más te resuene, ya que para mí es imposible
encontrar uno que logre transmitir su grandeza.

“Colorín, colorado, este cuento no se ha acabado” : La magia del arte y de la narración para la construcción de paz.

Como pedagoga siempre he creído que la educación es un proceso mágico que puede transformar vidas y cambiar el mundo. Mi experiencia como maestra comenzó en una escuela de arte, en donde aprendí que la creatividad y la imaginación son herramientas fundamentales para fomentar el desarrollo integral de los niños.

Recuerdo y atesoro aquellos momentos especiales, cuando los niños se sentaban en círculo y yo comenzaba a contarles cuentos durante la sección “Story telling”. Cada cuento era diferente y especial; mientras leía, podía ver sus ojos brillar con emoción y curiosidad. Escuchar sus risas y comentarios me hacía sentir que estaba haciendo algo verdaderamente especial.

Mi pasión por la educación y el arte me llevó a explorar la importancia de la lectura y la creatividad en el desarrollo de los niños. Me di cuenta de que la lectura no solo es una herramienta que potencia la adquisición de conocimientos, sino que también es una forma de viajar a nuevos mundos, de explorar diferentes culturas, de desarrollar empatía y de comprender a los demás.

Al escuchar cuentos, los niños pueden desarrollar su capacidad para comprender diferentes perspectivas, adoptar nociones de otredad y alteridad, y fortalecer su habilidad para resolver conflictos de manera pacífica.

Me llena el corazón pensar que al contarles cuentos, les estoy dando herramientas para navegar por la vida de manera más sabia y compasiva. Además de los cuentos, el arte es otra forma en que los niños pueden expresar sus emociones y pensamientos de manera única y personal. Cuando trabajan juntos en proyectos de arte, crean relaciones saludables y respetuosas.

Me encanta ver cómo pueden crear obras que reflejan su personalidad y su visión del mundo, y que al mismo tiempo expresan sus sentimientos y emociones de manera auténtica.

Desde que egresé de la universidad y comencé mi vida como pedagoga en el campo laboral, me esfuerzo por crear un ambiente en donde el aprendizaje sea seguro, inclusivo y estimulante para todos los niños y niñas.

Continuaré compartiendo estas herramientas para hacer de ellos seres humanos creativos y empáticos, capaces de construir un futuro más brillante y pacífico, ahora que el mundo lo necesita más que nunca. Me siento afortunada de poder hacer este trabajo y de seguir estudiando para la construcción de paz, que sin duda me ha hecho reflexionar sobre cómo puedo utilizar mi pasión por la educación para hacer una diferencia en la vida de los niños y en la sociedad en general.

En conclusión, queridos y futuros pedagogos y pedagogas: a medida que nos preparamos para embarcar el noble camino de la pedagogía, es importante recordar que nuestra labor va más allá de transmitir conocimientos y habilidades.

Tenemos el poder de moldear la mente y el corazón de las futuras generaciones, y de influir en la forma en que verán y se relacionarán con el mundo.

No se olviden de la creatividad y la imaginación; no se limiten a enseñar contenidos y habilidades. Ya sea a través del arte, la música, la literatura o cualquier otra forma de expresión, busquen siempre la manera de crear ambientes seguros. Y lo más importante: no olviden que la pedagogía es un proceso de aprendizaje continuo, en donde siempre hay espacio para crecer y mejorar.