Considero que lo expuesto a continuación, puede ser de utilidad para explorar alternativas de evaluación que vayan más allá de métodos violentos, como son los exámenes punitivos, las rúbricas homogéneas y las puntuaciones cuantitativas, aproximándose a una evaluación constructiva, justa y dignificante que respete y valore la diversidad.
Se presentarán primeramente los fundamentos sobre la importancia de una evaluación intercultural, definiendo brevemente lo que entiendo por educación, evaluación e interculturalidad, como punto de partida para entender desde dónde posiciono este texto. Posteriormente, se mencionarán algunas estrategias, sin pretender que sean las únicas ni las correctas, que pueden abonar a co construir evaluaciones interculturales en educación superior y a abrir la reflexión para propiciar más estrategias que vayan en este sentido. Para finalizar, se cerrará con algunas reflexiones puntuales y concisas sobre el tema.
Fundamentos teóricos
EDUCACIÓN
La educación como un concepto amplio y complejo, que se contrapone a la escuela como tipo de dominación que inculca sistemáticamente hábitos legitimados por la sociedad e impuestos por el poder (Max Weber, en Lerena, 1999).
Como expresa Iván Illich (1985), la educación debe buscar que cada persona se auto-defina a través de su aprendizaje y la compartición de este, partiendo de la auto-motivación que depende de cada une y no de la autoridad. Es por eso que se deja de concebir a la academia como institución que legitimiza el saber valioso o importante y se entiende que la educación sucede en muchos espacios y contextos.
La intención de basarse en este enfoque es tomar una postura crítica que permita deconstruir prácticas violentas institucionales que han producido, reproducido e incentivado la continuación del sistema capitalista, patriarcal, racista y opresor. Cuestionando a la institución y priorizando a la educación como proceso que abona a los proyectos de vida, la identidad y los valores.
EVALUACIÓN
La evaluación se puede entender desde distintas perspectivas, una de ellas es la evaluación tradicional que se vincula al concepto de medición del rendimiento académico. Esta postura prioriza el control y la restricción, con elementos de jerarquización, selección y exclusión. Se fundamenta prácticamente en los exámenes, sin mirar otros aspectos del proceso educativo. Se podría decir que es una evaluación educativa “que no educa a nadie” (Moreno, 2009, p.578). Es importante mencionar que esta perspectiva se ha mantenido hasta la actualidad en los contextos académicos y a medida que se escala en el sistema educativo, la evaluación se hace más perversa (Moreno, 2009).
En contraparte a esta visión, en este texto se parte de una concepción humanista, en donde la evaluación se desarrolla dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje, que genera una conexión humana entre estudiantes y profesores, incentivando la confianza y la cercanía (Moreno, 2009). se persigue una evaluación formativa, esto quiere decir que no se busca una evaluación sumativa que se limite a una calificación, sino que ésta sea durante el proceso y oriente a les estudiantes para que su aprendizaje mejore, al igual que a les docentes a adecuar sus prácticas a las necesidades actuales del estudiantado y a concebirse como aprendices durante el proceso educativo (Martínez, 2013). por lo que, la evaluación es una cuestión compleja, amplia, holística, abierta e inacabable, sin olvidar la importancia de adecuarla a los distintos contextos (Moreno, 2009).
La evaluación se puede entender desde distintas perspectivas, una de ellas es la evaluación tradicional que se vincula al concepto de medición del rendimiento académico. Esta postura prioriza el control y la restricción, con elementos de jerarquización, selección y exclusión. Se fundamenta prácticamente en los exámenes, sin mirar otros aspectos del proceso educativo. Se podría decir que es una evaluación educativa “que no educa a nadie” (Moreno, 2009, p.578). Es importante mencionar que esta perspectiva se ha mantenido hasta la actualidad en los contextos académicos y a medida que se escala en el sistema educativo, la evaluación se hace más perversa (Moreno, 2009).
La evaluación debe funcionar para propiciar aprendizaje, es un proceso multidimensional permanente que ayuda a motivar y retar a les estudiantes a que continúen en la construcción de sus propios procesos educativos. Para esto, la evaluación se debe de dar por parte de todos los sujetos implicados en el proceso, haciéndola de forma creíble, útil e interesante (Soledad y Rodríguez, 2020).
Esto se convierte en una tarea complicada cuando los sistemas educativos hacen énfasis en los resultados, antes que en los procesos, además de transmitirle a les estudiantes que elles tienen la culpa sobre el fracaso escolar. Pues si entendemos el acto de evaluar en su complejidad, vemos que cuando les estudiantes son evaluades de forma homogénea, se transmiten valores de desigualdad, ya que no todes parten de los mismos lugares ni cuentan con las mismas características. Lo peligroso es que la evaluación tradicional es legitimada por la academia.
Es así como les estudiantes que logran interiorizar los valores de la educación sumativa, serán “existoses” en el mundo capitalista, mientras que quienes no lo logren, sentirán que tienen la responsabilidad sobre ello (Parsons, 1976). Al centrar la evaluación en las calificaciones, entendemos que éstas han sido vistas como una recompensa para aquelles que logran interiorizar el sistema de valores impuestos en la sociedad, convirtiéndose en un condicionamiento. La escuela da diplomas, y mientras más difícil sea obtenerlos, más valor tienen, pero más excluyente se convierte (Jeffrey, 1989). Si agregamos las relaciones de poder y dominación reflejadas en las asimetrías étnicas, religiosas, económicas, sexo-genéricas, etc., esto se vuelve más complejo, porque atraviesan las estructuras e influyen en el “éxito” escolar y laboral.
Lo anterior puede ser visto como una violencia hacia les estudiantes, pues la evaluación tiene implicaciones en la persona evaluada “la evaluación es, por definición, una cuestión de juicio. Es una experiencia profundamente personal y emocional para el alumno sometido a ella, y puede tener un efecto de largo alcance sobre los alumnos, los educadores y la naturaleza de la sociedad en que viven” (Earl y LeMahieu, 2003, en Moreno, 2009, p.569).
Es por eso, que les docentes tienen un papel muy importante en lo que se les transmite a les estudiantes, pues son elles quienes pueden hacer la diferencia o continuar con los métodos tradicionalistas en donde se usa la evaluación para probar su figura de autoridad y tener control sobre el grupo; generando estudiantes en sumisión, en donde el desacuerdo no pueda existir, ya que todo influye en la calificación final, por lo que se enseña a obedecer, dejando de lado la opinión y las emociones de les estudiantes; además de imposibilitar el pensamiento crítico, el juicio independiente, la discrepancia y las relaciones horizontales (Moreno, 2009).
Por lo anterior, es fundamental hacernos la pregunta ¿Para qué se evalúa y cuál es el significado que se le da a la evaluación? La evaluación no debe responder a jerarquías o cuestiones burocráticas, tampoco a la exclusión o a relaciones de poder y control entre estudiantes y profesorado, sino que debe ser para el aprendizaje, el proceso y la mejora, tomando una postura ética y crítica. Para esto, es necesario generar espacios de confianza y comunicación, en donde les estudiantes sean sujetos de su propia educación (Moreno, 2009).
Sin embargo, no es una cuestión sencilla para les maestres, pues cuentan con conductas arraigadas que han repetido durante mucho tiempo, en donde el enfoque ha sido una evaluación punitiva que prioriza las calificaciones, además de contar con poco tiempo y pocas herramientas para realizar una evaluación formativa profunda. Por eso, la responsabilidad es compartida, pues transformar estas prácticas, en muchos casos, es un arduo trabajo debido a la estructura del sistema educativo. Por lo que, este cambio no se dará con talleres de actualización a maestres, sino que se necesita una transformación conceptual compleja, es decir, un cambio sobre la visión que se tiene de la educación y evaluación por parte de todes les involucrades: estudiantes, profesores, directivos, mamás y papás de les estudiantes, escuela, sistema educativo, etc. (Martínez, 2013).
Lo anterior es profundo porque habla de estructuras que han organizado el sistema educativo a nivel mundial. Por eso, podría surgir la pregunta de: Como docentes ¿Cómo podemos transitar hacia una evaluación formativa cuando el sistema educativo y las instituciones priorizan la evaluación sumativa y los resultados sobre los procesos? La respuesta no es fácil. Además si entendemos que “las concepciones docentes se constituyen como organizadores implícitos referidos a creencias, significados, conceptos, proposiciones, imágenes mentales y preferencias que influyen tanto la manera de percibir la realidad como las prácticas que implementan” (Katzkovicz, 2010, en Martínez, 2013, p. 137) y estas formas de ver la educación muchas veces se sustentan en el sistema tradicional, la transformación se complica.
Podemos comprender que el cambio implica una gran deconstrucción por parte de todos los actores y lo principal es que elles estén dispuestes a cuestionar sus prácticas, reflexionar y buscar nuevas posibilidades. Enfocándonos en les docentes, podemos encontrar que dentro del caos existen alternativas para transformar estas prácticas, una de ellas es a través de la reflexión en la acción y sobre la acción, (Schön, 1987) cuestionando conocimientos previos, conociendo nuevos enfoques y experimentando y valorando otras metodologías (Martínez, 2013).
INTERCULTURALIDAD
Se parte de una interculturalidad crítica y decolonial, como la define Walsh (2012):
Una posición que denominamos crítica y desde la cual partimos aquí, enfoca los procesos que se inician desde abajo hacia arriba, desde la acción local, que buscan transformaciones sociales y para cuyos logro se requiere ir en múltiples dimensiones […] implica un proceso de subalternización, descolonización y de-colonialidad, […] impulsar cambios estructurales o sistémicos. (p.34)
Aterrizando lo anterior al contexto de educación superior, se busca les docentes reconozcan las estructuras de poder existentes dentro del aula, para deconstruirlas e incentivar relaciones más horizontales con sus estudiantes; esto no quiere decir que les docentes se convierten en amigues, sino que se hace un esfuerzo por valorar los diversos conocimientos, entender que las jerarquías y el control obstruye al aprendizaje y que el interaprendizaje es parte fundamental del proceso educativo.
Hablando de evaluación, el poder puede ser un tema complicado, pues se ha acostumbrado a que el poder de la evaluación lo tiene la persona a cargo del grupo. La interculturalidad cuestiona lo anterior, buscando abrir los espacios de aprendizaje, propiciando una deconstrucción y co-construcción de otras prácticas.
Otra cuestión importante, es que la interculturalidad busca valorar la riqueza de las diferencias, entendiendo que les estudiantes son diverses, no mejores ni peores por cumplir con estándares preestablecidos por la institución. Esto implica una deconstrucción por parte de les docentes para aprender a valorar las diferencias, no de forma folklórica o a través de la lástima, sino que logrando ver genuinamente a sus estudiantes, sin olvidar las áreas de oportunidad, al igual que reconociendo otras epistemologías. Además de transmitir confianza y generar un espacio seguro para que les estudiantes se sientan valorades para compartir. Sin obviar que existen fuertes asimetrías y relaciones de poder que requieren de una profunda decostrucción estructural, pero que puede empezar en lo local, como expone Walsh (2012), “de abajo hacia arriba”.
Asimismo, una evaluación intercultural debe ser contextualizada, repudiando las evaluaciones estandarizadas que buscan homogeneizar, violentando a la diversidad con una dominación epistémica. Evaluar de forma distinta a les estudiantes a partir de lo que cada une necesite, haciendo un acercamiento personalizado y no generalizado.
A partir de lo presentado, nos preguntamos ¿Cómo logramos una evaluación intercultural estando dentro de la institución?, y en específico, lo que nos atañe en este texto sería ¿Cómo cambiamos el significado de la evaluación para que ésta pueda ser intercultural?, desafiando y deconstruyendo a la escuela como reproductora de las desigualdades.
Habiendo dicho lo anterior, se proponen las siguientes estrategias, las cuales fueron aplicadas en el curso: “Educación e interculturalidad” en el semestre de Primavera 2022 y que muestra una forma, no se pretende que sea la mejor ni la única, de acercarse a una evaluación intercultural en educación superior.
Estrategias para una educación intercultural en educación superior
Se proponen cuatro estrategias que pueden abonar a la forma de aplicar los conceptos y las reflexiones anteriores.